Los sueños no se pueden atrapar, solo puedes volar con ellos.
Nunca podemos recordar el momento exacto en que nos dormimos. Nos sumergimos en la oscuridad al cerrar los ojos, sintiendo poco a poco como nuestra mente se relaja, como nos abandona lentamente al volverse cada vez más ligera. Perdidas la razón, la consciencia y la noción de espacio y tiempo, llega el dulce momento de desear sucumbir al poder del sueño. Cualquier intento por esperar el instante justo es vano. Lo inconsciente se presenta sin avisar, como un vendaval que hace que levantes el vuelo, pero que no te dice donde caeras.
Y nosotros nos dejamos seducir y engañar por sueños amables que se dejan abrazar, aunque algunos lleven espinas. Cada noche nos enrollamos en un universo de sabanas, acariciando morbosamente una muerte ilusoria que nos llena la boca y el alma de delicias que llegan para marcharse.
Es en la más profunda oscuridad, la de nuestra propia mente, donde los más delicados espejismos germinan y nos iluminan. Es allí donde crecen y donde viven, es allí donde viajamos cada noche después de traspasar las fronteras de lo racional para ver volar bien alto nuestros sueños.
El despertar es brusco, pero necesario, como todas las cosas realmente importantes. El recuerdo de nuestras ilusiones, cada vez más débil, desaparece a medida que la consciencia fortalece nuevamente sus raíces, bien enterradas en la realitat. Pero algo queda, alguna cosa con un regusto suave, limpio y silencioso como el vuelo inocente de una pluma.
Es suficiente. Lo es todo.
Lo inconscient arriba sense avisar.
Técnica mixta
32x42cm
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